domingo, 20 de abril de 2008

Sostenibilidad tecnocrática

No necesito agregar nada, copio y pego:
Por Josep Maria Montaner, publicado en El País.
Cuando parece que un término como sostenibilidad ha sido aceptado; más aún, cuando ha sido asumida la gravedad de un problema planetario como el cambio climático, que afecta a todos los habitantes de la tierra, conviene revisar las soluciones que se pretenden aportar para conseguir un mundo y unas ciudades menos insostenibles. De hecho, la ambigüedad viene de partida en un concepto que pone énfasis en la durabilidad; que plantea cómo seguir desarrollándonos en unas sociedades opulentas sin poner en peligro los recursos del planeta, cómo frenar los estragos del progreso sin renunciar a él, y no cómo transformar un sistema productivo que lleva, irremediablemente, a la destrucción de la tierra. Por ello, cuando se plantean propuestas sostenibles son, a menudo, discutibles y, a veces, disparatadas o falsas.

El reciente encuentro de urbanistas, arquitectos, ingenieros y activistas de todos los continentes promovido por el Holcim Forum for Sustainable Construction en Shanghai (China), que se ha celebrado del 18 al 21 de abril, dedicado a la transformación sostenible de las ciudades, ha permitido comprobar, de nuevo, la gran diversidad de propuestas que se engloban en la idea de ciudad sostenible. Partiendo ya de algo tan paradójico como que se debatiera en una ciudad tan insostenible como la metrópolis de Shanghai, un ejemplo puro de la "ciudad genérica" sobre la que ha escrito con tanta lucidez Rem Koolhaas: desbordante, sin atributos ni calidad, basada en la multiplicación de los rascacielos, hecha a base de la destrucción del tejido histórico, el consumo continuo de los campos de cultivo y el desplazamiento forzoso de grandes masas de habitantes.

Se podría establecer que las conferencias y comunicaciones se centraban en tres tipos de concepciones de urbanismo sostenible: aquellas que insistían en los aspectos más sociales y humanos, recuperando el sentido común y los valores comunitarios, recurriendo a la participación y a la democracia local y, por tanto, en estrecha relación con la política y las estrategias del poder; aquellas que planteaban un cambio científico de métodos, de procesos de proyecto, de usos de materiales y recursos, de sistemas de cálculo de los impactos y los resultados, y de herramientas de comunicación; y aquellas más tecnológicas, que sin abandonar en absoluto la mentalidad racionalista y productivista lo ven como una nueva fase de desarrollo del sistema de mercado en la que se introducen nuevos productos pretendidamente sostenibles.

No hace falta decir que esta última es, posiblemente, la versión más discutible; la que entiende la sostenibilidad sólo desde una mentalidad tecnocrática y olvida la vertiente social y la científico-metodológica. El objetivo de la sostenibilidad sólo puede afrontarse desde el cambio de dos paradigmas: el social, no hay sostenibilidad posible sin justicia y, por tanto, el abismo entre ricos y pobres aumenta la insostenibilidad; y el metodológico y científico, ya que no hay sostenibilidad sin un cambio de paradigma hacia el pensamiento complejo y sistémico, que supere con carácter multidisciplinar las especializaciones y los compartimentos estancos, y que rechace la idea de una sosteniblidad tecnocrática basada en los kits añadidos.

Esta concepción tecnocrática plantea como solución añadir nuevos apósitos, prótesis y aditamientos tecnológicos e informáticos a unas construcciones que malgastan recursos, consumen territorio, arrasan campos o se aprovechan de paisajes naturales y reservas ecológicas para uso de un turismo de élite. No es ecológico explotar reservas naturales, por mucho que la nueva arquitectura sea ligera y bioclimática, proyectada por los ingenieros de Ove Arup, como se propone en la isla de Chongming en Shanghai; o eliminar las huertas supervivientes cerca de las grandes ciudades con proyectos de firmas reconocidas, por mucho que se rememoren las trazas agrarias y se coloquen después vegetación y frutales en las azoteas.

Tampoco es aceptable proponer la casa unifamiliar ecológica como alternativa. Por muy bioclimática que pudiera llegar a ser, la tipología de la casa suburbana, en el campo, en el suburbio o, lo que es aún peor, en el barrio cerrado para ricos, es totalmente insostenible, ya que mantiene la pareja infernal entre automóvil y casa unifamiliar, continuando la lógica del suburbio como ocupación territorial, que es la que ocasiona este despilfarro de energías fósiles y esta búsqueda desesperada de alternativas como la bioenergía que va a monopolizar e hipotecar amplias zonas agrarias de México, Brasil, Argentina e India.

De acuerdo con esta concepción tecnocrática, el crecimiento urbano es legitimado bajo el signo del plus ecológico; los nuevos procesos de urbanización se justifican ideológicamente con la excusa de la sostenibilidad, intentando que sus estrategias pasen inadvertidas.

Como decíamos al principio, el mismo objetivo de la sostenibilidad es ambiguo de partida: ¿Se trata de hacer lo más durable posible un mundo basado en el despilfarro, el consumo y la injusticia o de lo que se trata es de luchar por un cambio que sólo se puede producir si las fuerzas destructivas del mercado son fuertemente contrapesadas por las fuerzas sociales y por las medidas de regulación y control establecidas desde el sector público de cada país y desde los organismos internacionales? La sostenibilidad auténtica, si puede existir, más que un cambio tecnológico implica un cambio social y político.

viernes, 11 de abril de 2008

La buena arquitectura lleva implícito el ser sostenible

Hace algunas semanas escribía sobre la redundancia del término "Arquitectura Sustentable". Aquí extraigo un fragmento de una nota del diario El País de España a Soto de Moura:

P. ¿Piensa que la sostenibilidad es un problema de ricos?

R. Es un problema de malos arquitectos. Los malos arquitectos se organizan siempre con temas secundarios. Dicen cosas del tipo: la arquitectura es sociología, es lenguaje, semántica, semiótica. Inventan la arquitectura inteligente -como si el Partenón fuese estúpido- y ahora, lo último es la arquitectura sostenible. Todo eso son complejos de la mala arquitectura. La arquitectura no tiene que ser sostenible. La arquitectura, para ser buena, lleva implícito el ser sostenible. Nunca puede haber una buena arquitectura estúpida. Un edificio en cuyo interior la gente muere de calor, por más elegante que sea será un fracaso. La preocupación por la sostenibilidad delata mediocridad. No se puede aplaudir un edificio porque sea sostenible. Sería como aplaudirlo porque se aguanta.

La nota completa se puede leer aquí.

lunes, 7 de abril de 2008

Media Densidad: la Punkitectura como sistema

¿Es posible masificar una arquitectura que se desarrolla a partir de la escasez de recursos materiales y energéticos? Está comprobado que una arquitectura low-tech es perfectamente viable para resolver problemas en una escala pequeña: vivenda individual, refugios, instalaciones efímeras, equipamiento urbano. El cambio de escala se presenta como un límite, por ahora, difícil de traspasar. Simultáneamente la urgente necesidad de sustentabilidad ecofísica y social acortan los plazos de investigación al respecto. El pasaje de la punkitectura al punkurbanismo puede ser un salto al vacío si no se establece una estrategia clara. Sin ella la punkitectura corre el riesgo de transformarse en un anecdótico estilismo de principios del SXXI.
La teoría de sistemas ha hecho grandes aportes a la arquitectura, pero también promovió contundentes fracasos. Sin embargo, considero que los errores de la arquitectura sistémica (específicamente en la vivienda social) no se deben exclusivamente a la teoría de sistemas sino a no haber contemplado las anomalías y propiedades emergentes propias de esta teoría. Creer que el sistema por si solo puede absorber las variables indeterminadas de los nuevos modos de habitar, por ejemplo, es una muestra de ello.
Pensar en la sistematización de una arquitectura que trabaja técnicamente con recursos limitados, con el proyecto como herramienta de pensamiento que permite absorber las variables fenomenológicas del individuo y su entorno, es un camino posible. Establecer sistemas abiertos que permitan su completamiento, que entiendan a la arquitectura como un proceso en continua mutación y que transforme las anomalías emergentes de estos sistemas en material de proyecto permanente puede ser el principio para traspasar ese límite que es la masificación de este tipo de arquitecturas.